Comencé a llamarte Roma con la intención de que todos y cada uno de los caminos me llevasen a tu boca. Te resultó extraña ésta forma mía de querer, querer llamarte, hasta convertirnos en ruinas y ser el reflejo del alma de cualquiera que haya amado, más. Porque por norma general, el que ama menos se mantiene en pie y no de rodillas.
Son gajes del amor,
mi vida.
Me has ofrecido espectaculos de fieras y batallas, promovidas por las dudas en el coliseo de tu pecho, y he tenido miedo. Tu aire bohemio, tu sonrisa tranquila y tu arte, cuando hablas de la vida. Tres sencillas cosas que hicieron de mi una turista
sin
salida.
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